Hace unas semanas, mi amigo Pedro me envió esta imagen por whatsapp.
Sabía que no estaba pasando mis mejores días, y que el fútbol siempre ayuda. Nos entendemos rápido, así que le contesté con un par de pantallazos de Easyjet y nos plantamos en Londres en un ti-ta. Era uno de los objetivos del año, ir a ver un partido al extranjero, habíamos hablado de Turín, de Munich, y al final, salió Londres.
La parafernalia para conseguir entradas siempre mola. Es un trabajo de zapa, de pensar de manera colateral, y en eso Pedro es un maestro. Sin darte cuenta, te plantas a las 10 de la mañana en el hotel del Chelsea para recogerlas. Y ahí empiezas a vivir el partido.
Caminata agradable hasta Stamford Bridge, campo mítico, en medio del barrio, con sabor a club centenario. Paradita en la tienda, que siempre nos gusta ver los últimos gritos en merchandising futbolero. Qué me decís de estas caretas de Mou?
Me llamó mucho la atención otra cosa. Recientemente Frank Lampard marcó su gol número 203 con el Chelsea, batiendo el record histórico del club que tenía Bobby Tambling, y han editado un libro con fotos de cada uno de los 203 goles. Pero, ojo, que hay una edición espectacular de 203 ejemplares, numerada y firmada por el mismo Lampard, que cuesta 350 libras del ala.
Tuvimos suerte con el partido. Un 6-0 del Chelsea al Arsenal no se ve todos los días, y más aún, en el partido número 1.000 como entrenador de Arsene Wenger. Además, vivimos el partido desde una posición privilegiada, detrás del banquillo del Arsenal, con el morbo añadido de ver desde muy cerca el saludo -por llamarlo de alguna manera-, de Mou a Wenger, enemigos irreconciliables.
Me llamaron la atención muchas cosas, y una especialmente: la veneración que la afición del Chelsea siente por Mourinho. Impresionante. Cánticos constantes y ánimo absoluto. No me extraña que se cansara rápido de lo que vivió por aquí.
Partido intenso, gol rápido de Eto'o, 3-0 al minuto 20 y un Chelsea arrollador. Partidazo de Azpilicueta, buenas maneras de Torres y mal día para Mikel Arteta y Santi Cazorla.
Salimos del partido y teníamos otro objetivo claro: cruzarnos Londres e ir a The Valley para ver el Charlton Athletic-Burnley, de segunda división. Si vamos a Londres para ver fútbol, vemos fútbol. Buenos somos para esto. Vimos desde el palco la segunda parte, y después del partido, tuvimos la suerte de que el director de marketing del Charlton nos explicara muchas cosas del club. Una gozada.
La charla me sirvió para entender muchas cosas de lo que se entiende por un Club de fútbol en Inglaterra. La gente va al club a pasar el día, come allí, ve el partido y después de un 0-3, se queda en el campo a tomar algo con la familia y ver otros partidos por la tele, mientras esperan la designación del "man of the match".
El sábado le tocó a Diego Poyet, la estrella del equipo, hijo de su padre, que después del partido sabe que tiene que salir a una sala donde le espera parte de la afición para, en un ambiente tranquilo, poder cambiar impresiones con los hinchas, que le hacen preguntas, le sacan fotos y firma todo lo que le pidan. Después de los aficionados, turno para los patrocinadores. El de marketing nos explicaba como los jugadores entienden que se deben al aficionado y la importancia de los patrocinadores.
Mientras veía todo aquello, no dejaba de pensar en la autenticidad que se percibía en ambos campos, en el apoyo incondicional de la afición, y en la suerte de poder vivir un día así.
Ya estamos pensando en el siguiente. Gracias amigo, una gozada.
A veces los 140 caracteres del twitter se quedan pequeños para explicar tantas sensaciones, y uno se ve obligado a desempolvar el blog. Demasiado tiempo sin pasar por aquí, no me lo perdono, casi 6 meses sin escribir...si he vuelto a ser padre y todo! En fin...qué injusto, con lo bien que nos lo pasábamos con esto.
Pues sí, queridos blogueros, followers, twitteros, titiriteros, el pasado jueves me tocó vivir uno de esos días grandes como aficionado del Athletic...bueno, ahora que lo pienso, más que como aficionado, creo que me tocó vivir uno de esos días grandes que a uno le tocan vivir en la vida muy de vez en cuando. Así, tal cual.
La verdad es que llevaba meses dándole vueltas a la cabeza: cómo me apetece acompañar al equipo en un desplazamiento por Europa... lo hablaba con los primos, con Pedro, conmigo mismo...se hablaba en el Casa Manolo...y si nos cruzamos con algún equipo inglés? Este era el año, sin duda. Ya en el sorteo, una vez pasada la fase de grupos, se empezó a gestar el viaje, ojo que si eliminamos al Lokomotiv, nos cruzamos contra Manchester o Ajax...cualquiera de los dos sonaba genial...y ojo, que la vuelta sería en San Mamés! El cuento de la lechera se quedaba corto para todo lo que pasaba por mi cabeza.
Y poco a poco, se fueron dando los pasos necesarios. El jueves 8 de marzo había que estar en Old Trafford, como escribía Jon Agiriano en El Correo, era una especia de obligación moral para los seguidores del Athletic. En mi caso, el tema no era especialmente fácil, el viernes por la noche tenía que dormir en Santander sí o sí por la boda de uno de mis mejores amigos, por lo que las combinaciones desde Madrid no cuadraban. Total, que tras unas cuantas llamadas, y gracias a Jon, cuadraba un viaje perfecto, ida en el día y vuelta tras el partido.
El jueves madrugamos y al llegar al aeropuerto de Loiu, ya se veía que aquello iba a ser algo grande. Una de las cosas que más me sorprendió fue ver cómo jugadores y ex-jugadores viajaban como aficionados, por ahí estaban Carlos Gurpegui, Joseba Etxeberría, Santi Urkiaga...representantes de las 3 últimas generaciones del Athletic que viajaban mezclados con todos nosotros. Puede parecer una tontería, pero para mí, dice mucho de un Club ese compromiso de los futbolistas y ex-futbolistas con el equipo.
Llegamos a Manchester y paramos en Old Trafford, para ir perdiéndole el respeto, y de ahí, fuimos al centro a ver la invasión rojiblanca. Mejor pongo foto porque es difícil de describir lo que era aquello. Cuando no te cruzabas con el vecino, veías a lo lejos a uno del cole, increíble...
Comida rápida, un par de pintas para ir entonando cánticos populares y taxi con tiempo a Old Trafford, como auténticos señores. Había ganas de disfrutar de los aledaños, de los puestecitos, de las camisetas de George Best, de ver la tienda del Manchester. El campo, por dentro, vacío, impresionante, y ver cómo se iba llenando el fondo de aficionados del Athletic, una experiencia inolvidable. Por ahí lo mismo subía La Ochoa que bajaba el ex-ministro Corcuera, el fútbol es un gran igualador social y medio Bilbao estaba ahí.
El partido lo tengo que volver a ver en la TV, porque si no, puede que entre en modo ensoñación y tampoco quiero que se me vaya el post de las manos. Las sensaciones desde la grada eran buenísimas en los primeros minutos, estábamos jugando contra Wayne Rooney y Ryan Giggs en el salón de su casa, algo impresionante, impensable hace unos meses.Las cosas se pusieron difíciles tras el 1-0, pero como viene siendo habitual, no le perdimos la cara al partido. Yo sólo pedía marcar un gol. Me parecía que nos merecíamos esa sensación, la alegría de poder celebrar un gol en Old Trafford, y el gol llegó al filo del descanso, con un cabezazo de Llorente que juraría haber soñado días atrás.
Aquello empezaba a tener buena pinta, pero lo ocurrido en la segunda parte fue aún mejor. Desde arriba, algunas triangulaciones parecían puro billar, era increíble ver a Herrera, Muniain e Iturraspe hacer diabluras como si estuvieran en Lezama, y en una de estas, llegó el 1-2, que mejoraba cualquier sueño, y cuando parecía que Muniain no llegaba, no llegaba, llegó para hacer el 1-3, para nada exagerado. Lástima el penalty final, que puso el 2-3 y esperemos que no nos amargue el pase a cuartos.
2-3 en Old Trafford, inolvidable, impresionante, posiblemente irrepetible.
Al terminar, y una vez digerida la euforia, tocaba volver a casa, bus al aeropuerto, avión a Vitoria y bus a Bilbao, 20 horas después, entrábamos en casa como si no hubiera pasado nada, pero con el periódico caliente que certificaba que habíamos sido testigos de algo grande.
Imposible dormir con tantas emociones. Pensé mucho en Joseba Etxeberría, que venía junto a mí en el autobús, un tío que ha jugado un Mundial, dos Eurocopas, 500 partidos en Primera División, y que probablemente cambiaría mucho de lo vivido por haber jugado unos minutos en Old Trafford. Me acordé también de Orbaiz, de Fran Yeste, de futbolistas que ya no están en el Club y merecerían también haber disfrutado de este día, que pase lo que pase, ya está en la historia del Athletic Club de Bilbao.
Y pensé mucho en ese hombre ciego al que vi en el aeropuerto de Manchester, acompañado de su guía, con la bufanda del Athletic al cuello, y de cómo habrá vivido, de cómo le habrán contado, de cómo habrá imaginado ese partidazo de fútbol que tuvimos la suerte de ver los demás.
Qué alegría haber estado ahí, yo sabía que había que ir.
Pues nada, que me he tenido que ir al Festival de Donosti para recuperar el tono con el blog, que siempre da juego un poco de celuloide.
Lo del Festival de Cine está marcado en el calendario mental como el cumpleaños, los Athletic-Real Madrid, y un par de cosas más que nos hacen felices, así que no me pongo demasiadas trabas a mí mismo para hacer todo lo posible por ir.
Haciendo memoria gracias a la fenomenal serie documental que han estado dando en La2 contando la historia del festival, resulta que este año hace 15 que fui por primera vez #ojoconeso. Mi primer recuerdo fue ver Trainspotting en el Velódromo de Anoeta, y a partir de ahí, me las fui ingeniando para ir en condiciones. Me ahorro los detalles que ya los he contado alguna vez.
Total que este año, como sobran días de vacaciones y además tengo que ir por curro, nos hemos hecho un juanpalomo y nos hemos presentado allí con toda la ilusión del mundo. Porque de lo que más hay en el Festival, aparte de ansiedad, es ilusión por encontrar LA película, dentro de la cantidad inasumible de películas que hay.
He estado un par de días, y me ha dado tiempo a ver de todo. Empecé con "Arrugas", la adaptación cinematográfica del maravilloso comic de Paco Roca, uno de mis ídolos del momento. Me gustó mucho y me encantó ver al equipo hablar con pasión de un proyecto precioso. Después no pude entrenar a una de la sección oficial por un problema de overbooking y me calcé "El silencio de los corderos" así, sin avisar. 20 años tiene la película, casi nada. Lo malo de volverla a ver en Donosti así de primeras es que te condiciona todo el Festival, porque claro, difícil ver algo mejor que semejante peliculón.
Y lo que al escribir me cuesta entender es que fue salir de ver a Hanibal Lecter diciendo que le espera un amigo para cenar y hacer cola para entrar a ver "Shame", un peliculón que triunfó en Venecia y que es cine enorme, con una música, un actor y unos planos secuencia por Nueva York que van a hacer de ella una de las películas del año, sin duda.
Pero no se crean que esto de los festivales es de relax, qué va, que al día siguiente me puse el despertador a las 7:50 para ir a ver "Kiseki", una película de Hirokazu Kore-eda. Soy consciente de que puedo ser sometido a vaciles varios por los menos cinéfilos, pero de verdad, con ese pacto de lectura y la confianza que otorga este blog, háganse un favor e intenten ver "Nadie sabe", "Still walking" o esta "Kiseki" cuando la estrenen. Son geniales. Ojalá se lleve la Concha de Oro.
Al mediodía me vi "Extraterrestre", del gran Nacho Vigalondo, y me eché unas buenas risas con Areces, Raúl Cimas y compañía, y mola ver cómo el talente puede hacer olvidar la falta de presupuesto.
Así a primeras no me acuerdo que vi después y eso que fue ayer, pero mientras escribo esta línea sí, me metí a ver "Todas las canciones hablan de mí", de Jonás Trueba, que se me pasó en el cine y me apetecía verla. Tiene cosas chulas, aunque se me hizo un poco pesada. Después me fui a jugar un par de horas con mi sobrino Paul que me dejó clavado su "no te vayas todavía tío Carlos" y enganché "Le Skylab", con Julie Delphy, que cuenta un encuentro de la típica familia disfuncional que tanto mola en la ficción y mola y te ríes y te das cuenta de que la realidad supera a la ficción. Y además, tiene una escena de fútbol guapa que reportamos convenientemente a @futbolycine.
Y dimos por hecho el día y esta mañana hemos ido medio dormidos a ver "La voz dormida", que no me ha emocionado como debiera una película que es en sí puro sufrimiento, pero que me ha servido para descubrir a una actriz como María León.
Y eso es todo. Hoy me he venido a Bilbao para hacer escala y volver mañana para seguir viendo cine, que es lo que toca.
Gabón, Donosti.
Pues sí, para que negarlo, en tiempos de twitter, escribir un post es como poner un fax, a esos niveles de pereza hemos llegado.
Es acojonante. Desde mi espectacular cameo con Violeta Torbellino he intentado ponerme 3 ó 4 veces para escribir un post y no hay manera. Y eso que estoy cerca de los 500 posts #ojoconeso, pero no hay manera de llegar.
Y siempre hay cosas que contar, pero no encuentro el momento. Así de rápido va esto.
Ya pasó el verano. La vuelta a Madrid fue dura y calurosa, pero nos adaptamos rápido.
La que más cosas tiene que contar, de largo, es la pequeña Aitana, que ya ha cumplido dos años, el lunes empezó la guardería y empieza a darse cuenta de que en la tripa de mami hay una hermanita en camino. Vamos, que cualquier día de estos nos manda a tomar por saco y con razón.
Empieza a jugar bastante bien "al otro fútbol", ya sabe que papi es el dealer de chocolate en casa, así que me muero de risa cuando se despierta de la siesta y acerca al frigorífico con el dedo señalando al norte como nueva conquistadora del mundo gritando desesperada "caaaaaateeee, caaaaateeee", que equivale a tableta de Nestlé.
Por lo demás, y si vuelve a pasar el cometa Halley por aquí, la semana que viene empalmaremos un Bilbao-Donosti-Bilbao en toda regla que si todo cuadra, y ya me encargaré yo de que sí, empezará con un Athletic-Betis seguirá con un puñado de pintxos y películas y debiera terminar con un Athletic-Villarreal en San Mamés; a ver si no se estropea el plan cinéfilo futbolero.
Cuando pienso en dejar el blog, pienso automáticamente en el cuadro de Antonio López sobre la familia real, que lleva no sé cuántos años pintándolo y permanece ahí, con vida, medio tapado, supongo que cada 3 ó 4 meses le pintará una pestaña a la infanta Elena o tocará alguna pata de gallo de la Reina o modificará un poco la maltrecha rodilla del Rey. Pues este blog está un poco así.
Se me está resistiendo el post en el que les anuncie que por fin bajo de los 90 kilos pero no hay manera, su puta madre. Estoy cerca, rondando los 90,6...pero no bajamos de la barrera psicológica.
Así que no se me escapen, queridos fieles, que se les valora.
Ahora que tengo tiempo, no hay muchas cosas que contar, cosas del verano y del (mal) tiempo.
Escribo estas líneas desde Laredo, Cantabria, típico lugar de veraneo de la clase media-media, media-alta bilbaína donde tan a gusto nos encontramos.
Para dejar constancia de todos los hitos veraniegos, sería bonito empezar por una emotiva parada en Santo Domingo de la Calzada, donde pude darle un beso a mi abuela Julita; llevaba mucho tiempo sin ir a verla y empezaba a no perdonármelo, así que fue emocionante verla a sus 94 años, aunque está cada vez más apagadita, conserva la belleza y logré que mi hija le diera un besito, simbolizando de alguna manera el paso del tiempo. Cosas mías.
Los primeros días en Laredo han estado pasados por agua y nubarrones, así que poca cosa que contar, quizás incidir en mi puesta a punto –recuerden el reto 90kgs veraniego- del que les informaré próximamente. Así en plan titular, les adelanto que el 12 de julio pesaba 90,8kgs y hasta aquí puedo leer.
Estoy yendo a correr por la playa y la verdad es que a pesar de la pereza que me da, al terminar me siento de p*** madre. Carrera continua, piano piano, aprendiendo a valorar mucho un factor que no pensaba yo que fuera tan importante:el viento y la música. Los primeros días, empezaba a correr con viento a favor y me sentía a niveles Carl Lewis en sus mejores tiempos, y luego a la vuelta, parecía Onésimo haciendo carrera continua después de la cena de veteranos del Valladolid F.C., como si hubiera cenado al lado de Alberto.
Así que últimamente empiezo contra el viento y la vuelta es más que digna.
En otro orden de cosas, el hito más loser hasta el momento ha sido mi cameo en el show callejero de Violeta Torbellino. Les pongo en situación. Voy con mi mujer e hija dando un paseo y avistamos el típico jaleo callejero alrededor de un artista y le comento a mi señora lo que admiro yo a esta gente que se gana la vida haciendo reir a los demás.Primer gol en propia puerta.
Total que tomamos asiento, la cosa se va animando y Violeta Torbellino empieza a hacer casting de colaboradores. Tienta a uno que pasa olímpicamente y le digo a mi mujer, muy en mi papel, “qué rabia esta gente que no colabora con el artisteo…”, (0-2, minuto 4) y como si me hubiera oído, Violeta se acerca a mi aposento, a pesar de estar en segunda fila bastante encajonado, y claro, no me quedó otra que comerme mis palabras y recordar una de las frases estrella de mi admirado ex-jefe: "Charly, hay que hacer un uso responsable del NO".
Total, que en 0,6 nonasegundos ahí estaba Charly en el medio del ruedo urbano haciendo el canelo, con Violeta vacilando; detectó al momento mi calvicie e incluso la miopía y me calzó un pelucón Jackson Five y unas gafas Arús Pepe Gafez y me bautizó como DJ Charly para poner banda sonora al show al grito de UAU! entre canción y canción, y yo con el único consuelo de ver cómo mi hija aplaudía y se descojonaba de manera notable y consciente de su papi.
Y así pasan los días, y yo, veraneando, que igual es uno de los verbos más bonitos del idioma castellano.